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Consulta ciudadana: no todo lo que brilla es oro

Pablo Valderrama Director Ejecutivo IdeaPaís

Por: Pablo Valderrama | Publicado: Martes 17 de diciembre de 2019 a las 04:00 hrs.
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Pablo Valderrama

Inmersos en una crisis social sin precedentes desde la vuelta a la democracia, más de 200 municipalidades impulsaron una Consulta Ciudadana a lo largo de todo el país. Una consulta que, según las cifras conocidas ayer, recibió más de dos millones de votos y logró marcar una clara tendencia de apoyo al proceso constituyente que se acerca. Los alcaldes parecen haber captado que su ubicación es privilegiada en el contexto actual (entienden a la gente, tienen relato y sentido común), por lo que un proceso como este debía ser exitoso.

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Pero no lo fue. O al menos, no del todo.

Si bien es cierto que estos mecanismos de participación son una gran alternativa para romper con esa idea de que la democracia se trata únicamente de elegir representantes, también es cierto que el modo en que se realizan debe cumplir con mayores estándares de transparencia y prolijidad. El objetivo buscado es tan noble, que los medios proporcionados deben contar con las garantías suficientes que acrediten la pulcritud del proceso. Hablemos del voto electrónico. Si hay algo que es rescatable de nuestras elecciones, es que cuentan con un grado de transparencia relevante. Todo parece estar expuesto y escrutable para la ciudadanía. No hay en el voto con lápiz y papel un mecanismo oculto e inentendible a los ojos de cualquier mortal. Su dinámica es simple y fácil de seguir, a diferencia de lo que ocurre con el voto electrónico. Y precisamente fue aquello lo que ocurrió en la consulta del fin de semana: piénsese en esos funcionarios municipales leyendo las alternativas al votante para luego votar por él, sin siquiera mostrarle las opciones realmente seleccionadas. “El votante no sabrá manejar el sistema”, se habrá pensado.

Acordémonos de Maipú, esa comuna transformada en pintoresca por su alcaldesa, en donde era posible utilizar cualquier RUT –incluso el de algún fallecido– para marcar las preferencias. Ambos casos –y otros más– demuestran que el voto electrónico se muestra como inocuo y facilitador de procesos, pero esconde –y lo confirmó esta consulta– turbias maneras de ejecutarse. ¿Cuántos votos fueron fraudulentamente emitidos?

Qué decir de las tendenciosas preguntas contenidas en las papeletas. En Independencia, por ejemplo, la única alternativa presentada a propósito de las pensiones tenía que ver con terminar con el sistema de AFP. Es decir, la única opción que el alcalde estuvo dispuesto a escuchar era aquella relacionada con su ideología. En Valdivia, por otra parte, muchas personas se vieron impedidas de ejercer el sufragio debido a que los votos simplemente se acabaron. En la región del Biobío, se reportó una sobrecarga en los servidores del sitio web, por lo que se extendió la votación digital hasta el próximo miércoles 18.

En fin, no todo lo que brilla es oro. Estos mecanismos pueden ser muy provechosos, y por lo mismo, dada su importancia, es necesario que se lleven a cabo con la responsabilidad que ameritan. Toda instancia de participación que conlleve votaciones debe cumplir con garantías y seguridades mínimas, con la presencia de actores relevantes que otorguen seriedad como el SERVEL, y estar organizada de manera tal que cuenten con la legitimidad necesaria de parte de la población. Si se decide avanzar en esta materia, que sea de manera responsable. Es lo mínimo que se puede pedir.

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